Análisis del acontecer político nacional e internacional.
"Pensando el acontecimiento".
Alain Badiou
Observatorio de Ecología Política de Venezuela
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miércoles, 6 de mayo de 2020
La danza de la autodestrucción. Vladimir Aguilar
La
danza de la autodestrucción
Vladimir
Aguilar Castro
Universidad
de Los Andes
“(…)
Por desgracia, aunque las guerras sigan siendo un negocio
improductivo en el siglo XXI, esto no nos da una garantía absoluta
de paz. Jamás debemos subestimar la estupidez humana. Tanto en el
plano personal como en el colectivo, los humanos son propensos a
dedicarse a actividades autodestructivas (...)”.
El
desfile de la locura. En 21 lecciones para el siglo XXI.
Yuval
Noah Harari
Otra
vez soplan vientos de guerra que se suman a la ya diaria calamidad de
los apagones, falta de combustible, alimentos y, por si fuera poco,
del COVID 19. Los extremos de la polarización realmente existente
vuelven a poner las cartas de la violencia sobre la mesa. Y la
confrontación todavía no trasciende porque es un conflicto de baja
intensidad, pero de una muy alta intencionalidad.
Se
trata del desfile de la locura,
tanto de los que participan de manera directa como de los que se
encargan de difundirlo, para que la opinión interesada le de crédito
o no. Así estamos. Es un país que lamentablemente no ha trascendido
luego de veinte años polarizado. ¿Qué nos condujo hasta aquí? Ese
es el quid pro quo de lo que nos falta por descubrir. ¿Es parte de
nuestra historia? ¿Es estructural? ¿Es cultural? ¿La condición
democrática en Venezuela es en sí misma conspirativa?
Lo
que padecemos es la lucha entre quienes se quieren perpetuar en el
poder y quienes lo detentan. Ambos inventan formulismos jurídicos
constituyendo ésta la forma más baja de hacer política. Lo peor de
esta crisis histórica es que la propia comunidad internacional se
hace parte interesada del problema. Agotados unos medios se apelan a
otros. Como la llamada ofensiva “diplomática”
no da resultados se pasa al siguiente escenario.
Es
el contenido del escarceo: denuncia, lucha, confrontación y
conflicto. Son los estadios de la danza de la guerra que nos acecha.
Como si la historia no tuviera su retrato hablado en situaciones
similares dentro y fuera del país. Como si las apuestas no fueran
las mismas aquí y allá. Como si los centros de poder no necesitaran
de ello para seguir siendo lo que son.
Ante
tanto déficit político y democrático es muy complicado construir
país. Tendrían todos, absolutamente todos (constituidos y
constituyentes) que alejarse de sus pretensiones, irse de una buena
vez, y darle paso a quienes impávidamente han asistido como meros
espectadores a esta confrontación fratricida, desde hace tiempo
atrás.
Por
si fuera poco, todo se da en el contexto de la pandemia más voraz de
los últimos tiempos. Ella ni siquiera ha podido incidir en una
tregua en función de la nación, sino que, por el contrario, ha ido
en aumento la escalada.
Sumado
a lo anterior, aparecen de nuevo los caminantes del éxodo esta vez
de retorno al país. Expulsados de los lugares a los cuales se habían
ido en busca de mejores condiciones de vida, regresan como hijos
pródigos. ¿Cómo se llama esto en la perspectiva del derecho
internacional humanitario? ¿De qué manera responde la comunidad
internacional y nacional de los países de los migrantes, refugiados
y desplazados a la xenofobia?
La
humanidad nunca dará por superado los retratos hablados de la
historia mientras el modelo de producción y acumulación siga basado
en la ley del valor, o en palabras de Yuval Noah Harari, mientras
haya propiedad.
Confinados
a una u otra frontera, las imágenes de los caminantes del éxodo
chocan con las del pretendido “desembarco
liberador”.
Tan difícil es para los primeros y tan fácil para los segundos
llegar a Venezuela. Seguramente es parte de la llamada crisis
humanitaria compleja con la que nos han definido desde los organismos
internacionales y regionales.
Frente
a uno y otro drama, la autodestrucción pareciera ser el último
eslabón de lo que aún nos falta por perder.
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