Reconversión monetaria y transfiguración política en Venezuela
Vladimir Aguilar Castro y Eduardo Molina Campano
Lo
que ocurre en Venezuela es que ni el petróleo es oro ni el oro es el
patrón del valor del dólar, desde agosto de 1971 cuando Nixon se vio
obligado a constatar la realidad existente, luego de la incesante
impresión de billetes ficticios para financiar la guerra de Vietnam.
Maduro
tampoco ha entendido que el valor de las divisas y las monedas
nacionales son resultados de dos elementos fundamentales que no controla
ni tiene a su favor, a saber: el peso específico del PIB nacional en el
mercado mundial y la calificación del riesgo país que las agencias
globales calculan a discreción en función de criterios ideológicos.
Maduro
no discierne que la OMC absorbió a los países ex soviéticos y a la
misma China y que las leyes del mercado como apariencia junto a la ley
del valor transmutada por la financiarización de la economía mundial son
las que rigen los pesos específicos de las economías nacionales y no
los inventos metafóricos ideados en las noches de inspiración
contraimperiales.
Al
final del recorrido, la corrupción como forma de acumulación de
ganancias en un país como Venezuela lo devora todo para resolver los
asuntos personales, y los créditos que postergan la hecatombe a un nivel
superior dan paso al desvelo de la realidad cruda y descarnada.
Ahora
el gobierno se ve obligado a subir los impuestos directos que gravan a
la renta del trabajo que ya están en una situación de postguerra y
termina de darle el hachazo a las antiguas capas medias, hoy
paupérrimas, que al negarse éstas a adquirir el carnet del partido del
gobierno, al decir no al sometimiento ideológico totalitario, tendrán
que pagar la gasolina a precio de mercado internacional.
Este
paquetazo rojo encubierto se pudiera haber neutralizado con un gobierno
de concentración nacional que garantizará la confianza y la seguridad
jurídica de las inversiones, a objeto de reactivar y desarrollar el
aparato productivo como única fuente de valor real, y por tanto como
única solución posible, al mismo tiempo que se implementa un plan social
general para amortiguar las consecuencias sociales de medidas de esta
naturaleza hacia sectores más vulnerables.
Venezuela
no necesita un gobierno entregado al FMI para aplicar sus recetas
neoliberales pero tampoco uno "rojo" que lo aplique de manera encubierta
y sin el consenso suficiente que garantice la estabilidad que necesita
el país.
La única certeza
que tenemos es que esta reconversión económica y transfiguración
política es más extractivista y dependiente de la sobre explotación del
combustible fósil.
Caracas, Sevilla, agosto 19, 2018.
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